Su padre con un retrato de Eluana
El significado del caso Eluana

En una sociedad marcada por el buenismo como la nuestra, el caso de Eluana evoca en demasiadas personas aquello de que el árbol no permite ver el bosque.

Animales racionales y dependientes: por qué los seres humanos necesitamos las virtudes.
Alasdair Macintyre

 

 

Dependencia humana

        ¿Cuáles son los hechos a considerar?:

        Uno. Eluana se encuentra desde hace años en un estado vegetativo, cuya característica más importante es que respira por sí misma. A diferencia de otras situaciones, no necesita forzar este factor básico de la vida. Su cuerpo vive, pero no es capaz de alimentarse por si mismo. Por consiguiente, lo que se ha venido haciendo es aportarle los nutrientes y el agua necesaria. No se trata de ninguna medicación que la mantenga viva, ni tampoco existe ensañamiento terapéutico.

        Dos. Los padres han decidido que su hija muera y para ello es necesario privarla de agua y alimentación. Los padres deciden así sobre la vida de su hija.

        Se trata, por consiguiente, de un debate sobre cómo se define la vida humana, sobre los límites de la misma y el derecho de terceros a ponerle fin. Éste es un tema central para el cristianismo pero que va más allá. No hace falta ser creyente para tener fuertes objeciones a que se ponga fin a la vida de Eluana.

        En este gran conflicto de conciencia encontramos cuatro grandes cuestiones que nuestra sociedad tiene mal resueltas:

        La primera es la ausencia de una filosofía moral mínimamente atenta a la naturaleza dependiente del ser humano. Alasdair MacIntyre levantó ya su voz sobre esta cuestión en su libro “Animales racionales dependientes”. Toda nuestra concepción de la vida humana está basada en un supuesto falso, fruto del desarrollo de una concepción liberal que establece la autonomía como fundamento y fin de la naturaleza humana. Esto es cierto pero sólo se da durante fases de la vida.

        Toda persona tendrá muchos años de dependencia: en el seno materno, en la infancia, en periodos de su vida adulta en función de su grado de salud y, finalmente, en otro periodo más o menos largo de su vejez. Esta dependencia podrá ser total, es el caso del feto, del recién nacido, del enfermo de alzheimer y de tantas otras situaciones. Necesitará ser alimentado, atendido en sus necesidades más vitales, porque no se bastará por sí solo.

        Si admitimos que esta situación de dependencia está generando un derecho por parte del cuidador a decidir sobre la vida del cuidado, habremos dado un paso tremendo hacia una sociedad que poco tendrá que ver con la que hemos forjado a lo largo de siglos de historia, de progreso sobre el valor de la vida humana. Ésta es ya la brecha que ha abierto el aborto con las leyes de plazos.

¿Vidas humanas indignas?

        Una segunda cuestión plantea la contradicción que existe en aceptar que alguien decida, por buenas razones que tenga, sobre la vida de otro y, al mismo tiempo, se prohíba el que uno ponga fin a su propia vida. Si se acepta el derecho a matar de hambre a Eluana, ¿con qué lógica se puede impedir el suicidio de quien considere, por las razones que sean, que nada tiene que hacer en este mundo?

        Tercera: todavía conocemos mal estos estados vegetativos. Se han producido casos, escasos pero reales, de personas que se han recuperado de ellos. Existe una resistencia innata a dejarlos morir ¿es necesario recordar que Ariel Sharon vive desde hace años en estado de coma profundo y en condiciones más precarias que Eluana? Citamos este caso por la relevancia del personaje, y porque se trata de un contexto cultural que poco tiene que ver con el catolicismo.

        Cuarta: el caso italiano situará además, un precedente, que será esgrimido, una y otra vez para justificar la eutanasia no solicitada y, por consiguiente, para defender todo tipo de eutanasia.

        La Iglesia viene advirtiendo con insistencia sobre una sociedad que se basa en el aborto y la muerte. Es una defensa del sentido de la humanidad, una advertencia a no dejarse llevar por una dinámica que convierta la vida y la muerte en un atributo del poder, del que es autónomo, del que tiene medios, del que se encuentra, en definitiva, en una situación de superioridad sobre el otro. Y también sobre una cuestión que el régimen nazi y la eugenesia de los años 30 debería habernos inmunizado: la tremenda manía de considerar que existen vidas humanas que por 'humanitarismo' resultan indignas de ser vividas.

 

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