El hecho innegable de la Diversidad Humana
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Diversidad humana
y muerte digna
Olga María Alegre
de la Rosa, Doctora en Psicología, Profesora Titular de la Universidad
de La Laguna, Directora del Máster Universitario de Postagrado
«Educar en la Diversidad», abril, 1998
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Llevo años trabajando en una línea
de estudio e investigación relacionada con el Valor de la Diversidad
Humana, y dirijo un Máster que, precisamente se llama «Educar
en la Diversidad».
Parece que se ha puesto de moda el tema de la Eutanasia, como hace
algunos años se puso el del Aborto. Ante ello, considero que
debo expresar mi opinión, desde un planteamiento humano, respetuoso
con otras opiniones, pero contundente respecto a mis apreciaciones.
Mi pensamiento ha ido evolucionando y madurando aspectos en el ámbito
de la diversidad humana, que quiero compartir con ustedes.
Pienso que debemos partir de una CULTURA DE LA DIVERSIDAD Y NO DE UNA
CULTURA DEL HANDICAP O DEL DEFICIT. Por eso deseo aportar esta idea
del VALOR DE LA DIVERSIDAD, como un valor alternativo, como un valor
que le dará a la vida de los seres humanos la calidad que se
merece. Considero que la Diversidad es lo más genuinamente natural
en el ser humano. Hemos de aprender a convivir con la incertidumbre
que se deriva de la complejidad y la diversidad. El concepto de Diversidad
abarca múltiples aspectos. Algunos son:
Diversidad de género (hombre/mujer).
Diversidad por la edad (niños, ancianos...).
Diversidad por discapacidad y/o minusvalías.
Diversidad poblacional.
Diversidad de lenguas.
Diversidad de religiones.
Diversidad de orígenes económicos (pobreza, emigración).
Diversidad ideológicas (refugiados).
Diversidad por motivos de justicia (presos, personas confinadas...).
Diversidad por motivaciones, capacidades y ritmos diferentes...
Diversidad y medio ambiente.
Etc...
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La Diversidad es un Valor propio en el hombre
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La cultura de la Diversidad en el próximo milenio supondrá
no sólo un cambio estructural, sino un cambio profundo en lo
ideológico y político, así como de relación
entre las personas. Considero que es un modelo alternativo a los existentes.
La Diversidad es un patrimonio irrenunciable. La Cumbre de Rio garantizó
la Biodiversidad. Yo reivindico que se garantice también la Diversidad
Humana y Cultural y, por eso, estoy trabajando actualmente en la realización,
para el año 1999, de la Conferencia Mundial «Diversidad
y Solidaridad», en colaboración con Ong-Unesco.
Creo que no existe un modelo de «normal» porque lo normativo
en unas épocas o culturas, no lo es en otras, que no existe un
criterio científico de normalidad y que lo que debemos hacer
es valorar y respetar toda diversidad legítima, a la vez que
luchar contra las injusticias sociales. Por tanto, quiero posicionarme
y expresar que mi planteamiento personal ha ido de considerar la Diversidad
como Anomalía a la concepción de la Diversidad como Valor.
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Toda persona tiene derecho a ser diferente
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Históricamente, desde el principio de la humanidad, han existido
seres que se escapaban de lo considerado común. En la antigüedad
la práctica común era la de eliminar sistemáticamente
a aquellos niños y niñas que tenían algún
déficit, gemelos, etc. Más adelante, la acción
caritativa de la Iglesia acoge a estas personas y se promulga que el
infanticidio es un delito. Avanzando en la historia, nos encontramos
con la época de las instituciones de beneficiencia. Ahí
se tranquilizaba la conciencia colectiva, puesto que se proporciona
cuidado a aquellos que lo precisan, sin que su presencia ofendiera la
vista, el oído y el olfato de la comunidad. Con la llegada de
los derechos universales o fundamentales se avanza enormemente en la
consideración del valor de cada ser humano, independiente de
su etnia, de su lengua, de su religión, de su mayor o menor capacidad.
Nirje señalará que no es adecuado normalizar a las personas
(puesto que no hay criterios claros de normalidad), sino normalizar
sus condiciones de vida. Es Wolfensberger quien insiste en la idea de
que es preciso asignar de un rol social valioso a aquellas personas
de alto riesgo de desvalorización social. No se trata de valorar
sólo a la persona en sí, sino de asignarle un rol social
valiosos, lo cual es algo diferente, como lo demuestra que un deficiente
mental, un gitano, un tetraplégico, pueda ser querido y valorado
mucho por sus cuidadores, pero a la vez, encasillado en un rol social
de eterno niño, organismo enfermo, marginado, o ser que no merece
vivir. La normalización en su concepción más actual
constituirá la promoción y defensa de roles sociales valiosos
en la persona devaluada. Se trata de reconocer la dignidad de todas
las personas, lo cual conlleva el derecho a arriesgarse. Este modelo
implica más vida y más riesgo. Toda persona tiene derecho
a ser diferente.
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Pero existe en la muerte una misteriosa unidad en la
diversidad
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Pero, a pesar de tanta diversidad, hay algo que a todos nos iguala.
Es que vamos todos a morir. Existe en la muerte una misteriosa unidad
en la diversidad. Se habla del derecho a una muerte digna y menudo nos
olvidamos que vamos a morir, independientemente de nuestras creencias,
ideologías, opiniones...: nos vamos a morir. Pero la experiencia
de la muerte en las diferentes épocas históricas y en
las diferentes culturas, refleja también una gran diversidad.
Desde la experiencia de muerte en culturas como la india a la europea,
nos encontramos con muchas formas de afrontar la realidad de la muerte.
Cambia de una cultura a otra, de una familia a otra, y depende de cada
persona, de su formación, circunstancias, lugar y tiempo.
En nuestra cultura la muerte se ha convertido en un tema tabú,
algo que hay que esconder. No tenemos bien asimilada nuestra propia
muerte. Los velatorios se han convertido en algo aséptico, fuera
del hogar... La ciencia, la técnica, la medicina, no han podido,
no pueden, ni podrán hacer nada para evitar la muerte.
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En la práctica y en los medios de comunicación,
tratan algunos de difuminar el límite entre eutanasia y el rechazo
a medios terapéuticos desproporcionados
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¿Qué pienso de la Eutanasia? Si me voy a la definición,
eutanasia significa «buena muerte». Nadie parecería
estar en contra de eso. Pero, actualmente, eutanasia es sinónimo
de «homicidio por compasión». Hemos pasado de entender
la eutanasia como un «crimen inhumano», a verlo como «un
acto de misericordiosa solidaridad».
Para que se me vaya entendiendo, me situaré en la definición
que señala que «Eutanasia es la actuación (por acción
u omisión), cuyo objeto es causar la muerte a un ser humano para
evitarle sufrimientos, bien a petición de éste, bien por
considerar que su vida carece de la calidad mínima para que merezca
el calificativo de digna».
No creo que sea necesario indicar que no me referiré a la mal
llamada, «eutanasia pasiva», por omisión de tratamientos
exagerados para mantener a toda costa la vida o suspensión de
cuidados médicos que no van a mejorar el estado de salud o a
alargar la vida: suspensión de tratamientos desproporcionados,
obstinación terapéutica o el exceso de celo. Me refiero
al caso en el que se pretende la muerte del enfermo, es decir, la verdadera
eutanasia; donde las actuaciones (acciones u omisiones) y la calificación
de activa o pasiva no cambia su fin: causar la muerte de un ser humano.
No me refiero, por tanto a suspender tratamientos desproporcionados,
es decir, a «dejar morir con compasión», sino «matar
por compasión».
Observo que en la práctica y en los medios de comunicación
social, se trata de difuminar el límite entre ambas posturas
(eutanasia y el rechazo a medios terapéuticos desproporcionados),
se habla de «muerte dulce» y «muerte digna», de
manera indistinta. Incluso se habla de eutanasia activa indirecta: administrar
fármacos para aliviar dolores, que indirectamente, acortan la
vida...
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Es indigna la muerte del enfermo que se suicida y, en
su caso, la conducta de los que le matan
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Considero que detrás de la eutanasia hay un grito de auxilio,
hay una petición de ayuda de alguien que no quiere vivir, ni
morir, como está viviendo en ese momento. Es el fracaso de la
familia, amigos, profesionales... No creo que eutanasia suponga morir
con dignidad. Es indigna la muerte del enfermo que se suicida y la conducta
de los que le matan.
La pregunta que me hacen algunos está clara: ¿pero hay
vidas que merecen la pena ser vividas? Conozco muchas situaciones de
personas con vidas en situación de paraplejia, tetraplejia, deficiencias
visuales, auditivas, mentales y cognitivas. Personas deficientes mentales
graves o menos graves... ¿quién soy yo para decir que su
vida no merece la pena ser vivida? Ni ellos mismos son dueños
de una decisión así. ¿Por qué, si no, no justificar
la muerte de tantos que ante un desengaño amoroso desean morir,
ante una pérdida de trabajo, ante tantas depresiones, faltas
de cariño o incapacidad para encontrar un sentido a la vida?
¿Por qué no tienen derecho estos también a la eutanasia
si la piden, la desean en algún momento o, quienes los atienden,
deciden que para ellos es lo mejor?
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La vida tiene un valor objetivo, no sujeto al arbitrio
de la subjetividad
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Pienso que a la base de todo este tema, está la gran dicotomía
de si creemos que la vida humana tiene precio y está a libre
disposición de las personas; o si es un valor a respetar por
encima de la propia subjetividad. En el primer caso, se justifica claramente
la eutanasia y, coherentemente, se justifica el aborto (sobre todo de
los diferentes), la eliminación de vidas de poca monta, el suicidio
o la muerte por compasión. Se justifica la intervención
del Estado sobre la vida y la muerte de los individuos y, a la larga,
la degradación de la vida humana y su relativización.
En el segundo caso, si la vida tiene un valor objetivo, no sujeto al
arbitrio de la subjetividad, entonces puede subordinarse a un bien mayor
(la defensa de la patria, la caridad hacia otras personas, el heroísmo
al cumplir el deber), pero quedará a salvo de la manipulación
personal o social y será un seguro de vida y de dignidad de todas
las personas y de cada persona, independientemente de su nivel social,
económico, cultural, intelectual o personal.
Hay que humanizar la vida y hay que humanizar la muerte. Darle un valor.
Los problemas no se resuelven, eliminándolos, como ha ocurrido
con el tema del aborto. Ahora ampliamos la respuesta a la eutanasia.
Es preciso saber solucionar los problemas o bien, aprender a vivir con
ellos.
Termino con una frase de Paul Claudel.
«LO MEJOR QUE CADA UNO PUEDE APORTAR AL MUNDO, ES UNO MISMO».
Nadie debe ser fotocopia de nadie, cada uno debe aportar al mundo aquello
que es en el momento que le ha tocado vivir. Desde esa realidad, transforma
al mundo. No es lo que «falta» lo que importa, sino lo que
se «tiene» y lo que se «es». Porque el Valor de
la Diversidad, supone aportar al mundo lo que cada uno es.
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