Ni eutanasia ni encarnizamiento: Hay que humanizar la muerte
“La muerte inducida no es una solución al sufrimiento, sino simplemente eliminar al que sufre”, según atestigua el prestigioso oncólogo Manuel Sureda en una entrevista concedida.
Daniel Higueras
El movimiento político

       El debate sobre la eutanasia en España está ahora más vivo que nunca. Las decisiones del Gobierno español con respecto a este tema, la postura del colectivo de parapléjicos que optan por la vida y la de los grupos de presión que defienden el derecho al suicidio, la autorización de aplicar la eutanasia a niños y bebés en Holanda y el reciente estreno de la película de Alejandro Amenábar, Mar adentro, entre otros elementos de actualidad, centran ese debate.

        Después de que el Gobierno socialista haya dado marcha atrás en su intento de regularizar la eutanasia ante la presión de enfermos y plataformas ciudadanas que defienden la opción de vivir, el Partido Popular acaba de vetar en el pleno del Congreso de los Diputados un texto acordado por el resto de grupos políticos, a instancias de Izquierda UnidaIniciativa per Catalunya Verds, que proponía la creación en un plazo de 3 meses de una comisión no permanente para el estudio de la eutanasia y debate de la futura reglamentación. El precepto reglamentario obliga a la unanimidad de la Cámara para poder votar un texto distinto del original.

Distintas opiniones y entrevista con el experto

        Ante los grupos y partidos políticos que defienden la eutanasia, se alzan voces de parapléjicos y asociaciones que defienden la opción de vivir dignamente hasta la muerte natural, siendo tratados con respeto y cariño. El diario ABC informaba recientemente de un ejemplo práctico en este sentido: el testimonio de Olga Bejano, una mujer que lleva 17 años inmóvil en una silla de ruedas conectada a un respirador sin poder hablar. Esta española se comunica a través de un lápiz que mueve con dos dedos de su mano y un complejo alfabeto, mediante el cual ha sido capaz de escribir 2 libros y va por el tercero. “Tengo 41 años, estoy paralizada de la cabeza a los pies, apenas veo, no puedo hablar. Me alimento y respiro de manera artificial. Padezco una enfermedad neuromuscular grave, degenerativa, desconocida y sin tratamiento... Tirar la toalla es lo fácil. Sigo viviendo porque creo que yo no soy quién para decidir mi día y mi hora. Pero respeto y entiendo a los que no quieren vivir”, manifiesta Olga Bejano.

        Por el contrario, el mensaje que contiene Mar adentro opta por esa salida “fácil” y, con el beneplácito del Gobierno socialista, defiende la práctica de la eutanasia. El caso del parapléjico Ramón Sampedro, que decidió suicidarse el 12 de enero de 1998 después de casi 30 años de permanecer inmóvil en una cama, con la ayuda de diversas personas de su entorno, es quizás el que más atención ha merecido por parte de la casi totalidad de medios de comunicación para actualizar el debate de la eutanasia desde un punto de vista de la defensa de esta opción.

        Para poder tener una opinión cualificada sobre todas estas cuestiones y puntos de vista, ForumLibertas se ha puesto en contacto con Manuel Sureda González, doctor en Medicina, especialista en Oncología Médica y miembro de Médicos Cristianos de Cataluña. Éste es el resultado de nuestra conversación.

 

El debate sobre la eutanasia en España ha cobrado actualidad con el estreno de Mar adentro y por la postura del Gobierno español favorable a legalizar en un futuro próximo la eutanasia. ¿Cuál es su opinión al respecto y qué influencia puede tener la película sobre la opinión pública con respecto al tema?

         Existe en España un colectivo de personas, incorrecta y genéricamente calificado como “mundo de la cultura”, formado por gente relacionada con la cultura o el arte. Son ideológicamente afines y con presencia habitual en los medios. Pretenden imponer un paradigma social diametralmente opuesto a los valores que despectivamente tildan de “tradicionales”, y que no son otra cosa que el fundamento irrenunciable de cualquier sociedad humana con afán de supervivencia (matrimonio, familia, respeto a la vida, etc). Mar adentro es un instrumento más de la manipulación a favor de sus posturas.

        La influencia de este “mundo de la cultura” en un contexto social de aceptación acrítica de hechos consumados y repetidos, con valor añadido si los realiza o propone alguien artificialmente ascendido a la categoría de “famoso” puede ser muy perniciosa. La sociedad se construye fortaleciendo valores, no dinamitándolos.

Amenábar plantea en su película el tema de la muerte como una solución al dolor físico o psíquico que produce al protagonista su invalidez, mientras que miles de personas en su misma situación luchan día a día por vivir dignamente. ¿Cómo contempla estas dos contrapuestas actitudes?

         La apuesta por la vida siempre me produce admiración, respeto y gratitud por la parte que me toca en el beneficio aportado a la sociedad, que es mayor cuanto más difícil es dicha apuesta. El ejercicio de la dignidad va ligado a la vida. La muerte es simplemente un hecho, y como tal no puede recibir los calificativos de digno o indigno, propios de los actos humanos.

        Se nos quiere hacer creer que la muerte que llega tras sobrellevar ejemplarmente un proceso de enfermedad o discapacidad no es sino una especie de masoquismo inútil. Por el contrario sería digna la muerte inducida a voluntad del hombre y fuera de los tiempos marcados por la Naturaleza. La muerte inducida no es una solución al sufrimiento, sino simplemente eliminar al que sufre. Piense por ejemplo en qué pasaría si los médicos, ante un pronóstico difícil, contemplásemos la eliminación de la persona enferma como una más de las opciones terapéuticas.

        El mensaje de vida y libertad ha de llegar a través de una película que exponga la vida de alguno entre la multitud de los que, cada día y sin ruido machacón, superan las limitaciones de su existencia, y de aquellos que han optado por acompañarlos en su camino.

¿Qué comentario le merece la escena del filme en que aparece un histriónico y especialmente antipático sacerdote parapléjico que va a visitar a Sampedro para intentar convencerle de que vale la pena vivir?

         La caricaturización del sacerdote materializa una de las líneas argumentales del ya mencionado “mundo de la cultura”, aunque no sea exclusiva de ellos. Presentan los valores como imposiciones arbitrarias e irracionales de la Iglesia Católica. En una sociedad moderna deberían ser atacados por tratarse de algo anacrónico y antisocial. La falacia del argumento es evidente. Hay que pensar poco para ver como sería una sociedad de individuos físicamente perfectos, sin horizontes trascendentes (¿recuerda el nazismo?), en la que el individualismo a ultranza fuese el único referente de conducta más allá de una legislación no basada en principios inalienables sino en meros pactos de conveniencia, tal y como defienden de hecho. Además, constituye una ofensa grave a una persona concreta, ya que el sacerdote caricaturizado existe y trabaja cada día en beneficio de los demás.

A lo largo del filme, Ramón Sampedro rebosa un humor negro y amargo para incidir en su especial visión de la vida y de la muerte. Así, cuando le pide un cigarrillo a Julia (Belén Rueda) y ésta le pregunta “¿Tú fumas?”, Sampedro le responde “De vez en cuando, por si me mata”. Y su obsesión por la muerte queda bien definida cuando Rosa (Lola Dueñas) le dice que está enamorada de él y Ramón le responde: “La persona que de verdad me ame será la que me ayude a morir”. En otro momento del filme, Sampedro dice: “Vivir es un derecho, no una obligación”. Y cuando decide ir a vivir (morir) con Rosa, el padre de Ramón dice: “Sólo hay una cosa peor que se te muera un hijo, que quiera morirse” ¿Qué le sugieren todas estas frases?

         Me da una pena enorme por el fracaso existencial y social que representa. Al mismo tiempo supone una llamada a la acción genuinamente solidaria para evitar que otras personas vean la vida bajo ese prisma.

Un día antes del estreno en Madrid de la película, Amenábar se declara homosexual ¿Qué lectura hace de esta “coincidencia”?

         La de no desperdiciar ocasión alguna de exaltar (eso sí, siempre con apariencia de normalidad) los diferentes elementos del paradigma cultural ya expuesto, del que la promoción de la homosexualidad es parte constituyente. No olvidemos tampoco que, aunque hasta aquí hayamos hablado de ideas, hay una película que vender. En un estudio de mercado serio no hay sitio para las “coincidencias”.

¿Y de la presencia del presidente del Gobierno y la mitad de sus ministros en el estreno de Mar adentro?

         Como persona inserta en un Estado me preocupa profundamente que el Gobierno se dedique a una política de gestos y fotos. Puede ser rentable como márketing electoral, pero se alejan de los problemas reales y cotidianos de la gente, socavando en este caso un fundamento social básico como es el respeto a la vida. Un ejemplo práctico: se ha hablado del debate sobre la eutanasia, se ha exaltado el llamado cine español... ¿algún miembro del Gobierno ha hecho algo eficaz por analizar las condiciones de vida de los discapacitados y después mejorarlas?

El Gobierno español más bien se ha mostrado dispuesto a legalizar la eutanasia en un futuro próximo. En su opinión, ¿cómo afectaría en España la legalización de la eutanasia? ¿A dónde nos conduciría?

         La persona que sufre tiene derecho a esperar de la sociedad en la que vive el soporte necesario para mitigar su padecimiento físico o moral. La solución más en boga de las ofrecidas consiste en hipertrofiar el principio de autonomía, defendiendo la validez de diferentes formas de aislamiento o escapismo, (conductas marginales, drogadicción, o en su forma más extrema, los diversos tipos de suicidio). La solidaridad correctamente entendida no consiste en favorecer “que cada uno haga lo que quiera” (postura egoísta en el fondo), sino en un compromiso radical en el alivio del paciente o discapacitado.

        Siempre he concebido la relación médicoenfermo como una relación de confianza, en la que el enfermo pone en manos del médico lo más valioso que tiene, su salud y, en último término, su vida. Hay que fortalecer esta confianza fomentando el ejercicio de valores en los individuos.

        La despenalización de la eutanasia supondrá, de hecho y por encima del derecho, dejar a los pacientes a merced del estado de ánimo, opiniones o intereses de sus familiares y de los médicos. En un terreno próximo a la muerte, sin capacidad de vuelta atrás ni de reclamar, supone la pérdida de la tutela legal efectiva sobre los más débiles. Las dudas al respecto se aclaran repasando que ha pasado con el aborto: inicialmente despenalizado para supuestos casos extremos, es hoy de hecho libre en España y hay una voluntad política explícita de no perseguir las continuadas y flagrantes infracciones de la ley en materia tan grave.

Bélgica y Holanda son los 2 únicos países en Europa que tienen legalizada la eutanasia. ¿Qué les ha aportado?

         El análisis de los datos tras un largo período de tolerancia jurídica previa a la despenalización de hecho, ha confirmado las previsiones más pesimistas. En Holanda, el número de pacientes eliminados por los equipos asistenciales sin tener en cuenta su opinión es alrededor de mil al año, según los informes oficiales efectuados a instancias del fiscal general. En dicho país, el 51 por ciento de los médicos consideran la eutanasia involuntaria una opción digna de ser tenida en cuenta y el 26 por ciento de los médicos la ha realizado. Recientemente se ha aprobado un protocolo de eutanasia infantil. La “aportación” es estremecedora.

¿Cuál es entonces la mejor alternativa a la eutanasia?

         La asunción del carácter natural y universal de la muerte puede facilitar su aceptación, pese al desgarro existencial que supone la conciencia de ruptura del universo físico. El miedo al dolor moral (separación de seres queridos, incertidumbre ante el más allá, etc.) o físico, y al desahucio en el peor sentido de la palabra, es decir, ser considerados durante sus últimos días como un desecho social por su enfermedad y expectativas, representa una gran fuente de angustias en los pacientes terminales. Una actitud de sincero cariño por parte de los allegados y del equipo asistencial, junto con la atención espiritual y el control de los síntomas, facilitando la resolución de todos los conflictos personales acumulados a lo largo de la vida que termina, constituyen el mejor remedio ante dichas angustias.

        La verdadera alternativa a la eutanasia y al encarnizamiento terapéutico es la humanización de la muerte: ayudar al enfermo a vivir lo mejor posible el último periodo de la vida. En el caso de los discapacitados, además, es fundamental expresar el apoyo, mejorar el trato y los cuidados, y mantener el compromiso de no abandonarle, tanto por parte del médico, como de los cuidadores, de los familiares, y también del entorno social.

Cuando la solución a un conflicto o situación desesperada es la muerte, puede que algo esté fallando en el sistema. ¿La defensa de la eutanasia que fomenta un determinado número de personas, colectivos y políticos es un hecho aislado o lo incluiría en una tendencia global de esta sociedad de la desvinculación hacia una cultura de la muerte?

         No es un hecho aislado. Forma parte de una cuidada estrategia dirigida a cambiar la sociedad, como hemos analizado a lo largo de la entrevista. La legalización de la eutanasia se presenta como algo deseable, ya que supondría la solución a un problema acuciante para gran cantidad de individuos que padecen. Así se actúa sobre la tensión personal generada por el padecimiento ajeno, obteniendo una falsa impresión de solidaridad. Sin embargo, la dimensión real del problema abordado desde un enfoque constructivo, no destructivo, es mínima.

        Ciñéndonos al caso de Ramón Sampedro, llama la atención la planificación que ha pervertido la tragedia de un hombre agobiado por su discapacidad hasta convertirla en simple reclamo publicitario hacia una idea. No hubo reparo alguno en instrumentalizar su situación. Él, que no aceptaba para su vida cotidiana el uso de una silla de ruedas, fue paseado de un extremo a otro del Estado proclamando sus reivindicaciones. Una vez producida su inmolación en el momento oportuno comenzó el goteo de información, con periodicidad e intervalos perfectamente estudiados para mantener el tema vivo ante la opinión pública. Se prestó a los implicados una de las mejores defensas disponibles en la profesión jurídica española. La puesta en escena, vídeo incluido, recordaba tristemente a los suicidas palestinos. Ahora, Mar adentro. Después, sin duda, nos encontraremos con nuevos eslabones de la cadena (eso sí, con apariencia de casualidad o de demanda social apremiante e inaplazable).

        Ramón Sampedro fue exhibido como la punta de un supuesto iceberg. Detrás de la punta, sin embargo, sorprende no encontrar más que el empecinamiento demagógico de quienes lo empujaron por la pendiente resbaladiza, convenciéndole de que más allá de su muerte la sociedad le consideraría como un héroe.

 

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