No caben excepciones
para la eutanasia
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COMENTARIOS AL CÓDIGO INTERNACIONAL
DE ÉTICA MÉDICA
Gonzalo
Herranz
Artículo
28.1. El médico nunca
provocará intencionadamente la muerte de un
paciente ni por propia decisión, ni cuando
el enfermo o sus allegados lo soliciten, ni por
ninguna otra exigencia. La eutanasia u "homicidio
por compasión" es contraria a la
ética médica.
(Adoptado en Londres,
1949. Enmendado en Sydney, 1968, y Venecia,
1983)
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Este artículo condena sin atenuantes
ni excepciones la práctica de la eutanasia: nunca el
médico podrá reconocer motivo alguno que la
justifique, ya que toda eutanasia es una acción
intrínsecamente inética: es un homicidio,
aunque subjetivamente pueda haberse ejecutado por
compasión. Esta tajante condena médica de la
eutanasia contrasta con ciertas actitudes que, al parecer,
están ampliamente difundidas en la sociedad,
resultado quizá del activismo pro-eutanasia que, en
los últimos años, ha difundido su mensaje en
favor de la despenalización de la ayuda
(médica) al suicidio voluntario y del derecho de las
personas a decidir el momento y el modo de su propia muerte.
Conviene, en primer término,
disipar en lo posible la confusión que existe en
torno al término eutanasia. Por eutanasia se
entiende, en el contexto deontológico, matar sin
dolor y deliberadamente, de ordinario mediante gestos de
apariencia médica, a pacientes que se dicen
víctimas de sufrimientos insoportables o de
incapacidades extremas, para liberarles a ellos de su penosa
situación y, a la sociedad, de una carga
inútil. Esta definición destaca los rasgos
generales -matar deliberadamente, por razones y medios
médicos- de la eutanasia y hace irrelevante la
distinción entre la forma activa de eutanasia (la
provocada mediante la aplicación de un tratamiento
letal e indoloro) y la omisiva (la causada por la
omisión o suspensión deliberada de un cuidado,
necesario y eficaz, para la curación o la
supervivencia).
Así es como se ha de
entender hoy la noción de eutanasia en el contexto
eticomédico. La Declaración sobre Eutanasia,
de la Asociación Médica Mundial (Madrid,
Octubre de 1987) comienza así: "La eutanasia, es
decir, el acto deliberado de poner fin a la vida de un
paciente, ya sea por su propio requerimiento o a
petición de los familiares, es contraria a la
Ética". Y en las conclusiones del Grupo de Trabajo de
la British Medical Association para revisar las directrices
de la Asociación sobre eutanasia, hechas
públicas en Mayo de 1988, se lee: "No se debe cambiar
la ley. La muerte deliberada de un ser humano debe seguir
siendo un delito. Este rechazo de cualquier cambio en la ley
actual, de modo que se permitiera a los médicos
intervenir para poner fin a la vida de una persona, (...)
es, sobre todo, una afirmación del supremo valor del
individuo, sin que importe cuán sin valor o
cuán sin esperanza pueda sentirse".
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Es imprescindible no
incurrir en ambigüedades
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Tan necesaria como una
definición inambigua de eutanasia es el uso de los
términos con que se la designa. Los activistas de la
eutanasia usan términos que se prestan a
engaño, como, por ejemplo, selección neonatal,
sólo cuidados de enfermería, eutanasia pasiva,
ayudar a morir, o morir con dignidad. Usan, en particular,
estas dos últimas expresiones tanto para designar la
muerte por compasión de gente infeliz o
inútil, como para exigir el derecho a ser matado, sin
dolor y con la ayuda del médico, en el lugar, tiempo
y modo que cada uno decida.
No parece presentar muchas
dificultades el enjuiciamiento ético de la eutanasia
cometida por acción, ni tampoco el de las formas
groseras de eutanasia por omisión, tal como se ha
definido más arriba. Pero existe una cierta
confusión en torno al problema ético de no
aplicar o de suspender cuidados médicos.
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Es fácil distinguir entre eutanasia
por omisión y no incurrir en encarnizamiento
terapéutico
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En efecto, no aplicar o suspender cuidados médicos
puede ser, unas veces, una forma de conducta
eutanásica (de matar o dejar morir deliberadamente a
un paciente), mientras que otras veces es el modo correcto
de cumplir el mandato ético, que impone el
artículo 28.2, de no someter al paciente incurable y
terminal a tratamientos inútiles y probadamente
ineficaces. No aplicar o suspender cuidados médicos
es también una forma ética de respetar a
aquellos pacientes que se niegan a someterse a determinados
tratamientos, pues el médico no puede violentar,
fuera de casos de obvia incapacidad o pérdida de
razón, el deseo del paciente de no ser tratado.
Éste tiene un deber ético de cuidar de su
salud y de su vida y de aceptar los tratamientos para
preservarlas, si se trata de medios que ofrecen una
esperanza razonable de beneficiarle y que pueden obtenerse y
aplicarse sin grave inconveniente, dolor o gasto. Puede, por
consiguiente, el paciente rechazar los tratamientos que no
ofrezcan una esperanza razonable de beneficio y que no
pueden recibirse si no es con gran sufrimiento, o con gastos
o inconvenientes graves.
Puede darse por superado hoy el
viejo problema del tratamiento que acorta la vida, al que
antes se llamaba eutanasia indirecta. Los recientes avances
en el tratamiento del dolor y de la enfermedad terminal han
hecho desaparecer el riesgo de anticipar, real pero
involuntariamente, la muerte de ciertos pacientes: hoy ya no
puede invocarse la muerte por compasión como
único recurso contra el dolor intratable. No existe
por tanto necesidad médico-profesional alguna para
legalizar la eutanasia o la ayuda médica al suicidio:
existen recursos médicos para tratar la enfermedad
terminal, el dolor, la depresión. La muerte
deliberada de los pacientes no es solución a
ningún problema médico.
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La penalización de la eutanasia es
una defensa de la profesión médica
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La tolerancia legal de la eutanasia, aun la
máximamente restrictiva, desembocaría de modo
inevitable en una brutalización de la Medicina.
Porque si el médico se supiera impune, tanto si trata
como si mata a ciertos pacientes, se iría apagando su
vocación de cuidador de la vida. Además, la
legislación permisiva es intrínsecamente
expansiva: las restricciones impuestas en los textos legales
irían cayendo ante el empuje incontenible de la
demanda utilitarista de eliminar vidas improductivas o
molestas.
Además, la profesión
médica sufriría un grave daño en su
vocación científica y ética. Se
volvería progresivamente indiferente hacia
determinados tipos de enfermos y decaería su
interés por vastas áreas de la
Patología. Porque, si, por ejemplo, fuera posible
limpiar a la humanidad de "basura genética" mediante
la eutanasia neonatal de bajo costo, perdería todo
interés la investigación básica y
aplicada de las enfermedades hereditarias; y si al que sufre
de enfermedad de Alzheimer se le aplicara como primera
opción la muerte dulce, ya no quedaría
ningún motivo serio para estudiar las causas y
mecanismos de la demencia.
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