Un sanitario atiende a un paciente terminal
Los expertos insisten: la sedación terminal bien hecha es «lícita y necesaria»
ISABEL PERANCHO
El Mundo, suplemento Salud, 16 de abril de 2005


Es un tratamiento médico

        La sedación terminal es un procedimiento médico bien definido, aceptable ética y jurídicamente y que, debidamente practicada, es una medida recomendable en situaciones de enfermedad terminal y en los últimos días, cuando no hay posibilidades terapéuticas, en situaciones de sufrimiento insoportable, no controlable y en los que se prevé una muerte próxima».

        La sedación terminal es un procedimiento médico bien definido, aceptable ética y jurídicamente y que, debidamente practicada, es una medida recomendable en situaciones de enfermedad terminal y en los últimos días, cuando no hay posibilidades terapéuticas , en situaciones de sufrimiento insoportable, no controlable y en los que se prevé una muerte próxima». Con esta rotundidad se han expresado en un comunicado conjunto los presidentes de la Organización Médica Colegial y de las Sociedades Españolas de Cuidados Paliativos (SECPAL), de Oncología Médica (SEOM), de Geriatría (SEGG) y Medicina de Emergencias (SEMES) en relación con el debate público que ha suscitado la denuncia anónima sobre las sedaciones terminales practicadas en el servicio de Urgencias del Hospital Severo Ochoa de Leganés.

En pacientes de cáncer

Sin efecto disuasorio
        Aunque no lo dicen expresamente, parte del colectivo teme que la controversia ejerza un efecto disuasorio a la hora de que los profesionales pongan en práctica una decisión que, ya de por sí, genera actitudes dubitativas e incomoda a muchos médicos; y acarree perjuicios a los pacientes que podrían beneficiarse de este último recurso médico. En una reciente reunión de oncólogos se comentó el caso de una paciente terminal en la que se consideró conveniente aplicar sedación. La mujer falleció antes de recibirla debido a la discusión que se generó en el equipo médico que la trataba a raíz del caso de Madrid.

        Sin embargo, los especialistas afirman que, en general, no han detectado cambios significativos en la frecuencia con la que se aplica. «En cuidados paliativos se sigue usando con normalidad», afirma Xavier Gómez Batiste, presidente de la SECPAL. Tampoco los oncólogos «hemos notado un fenómeno de retraimiento», asegura Carlos Camps, coordinador de la Sección de Cuidados Continuos de la SEOM, que ha presentado esta semana un manual sobre este tema en el que se dedica un capítulo completo a las indicaciones de la sedación y a sus connotaciones éticas. «No es nada fácil tomar esta decisión», reconoce Camps.

        Los pacientes de cáncer en situación terminal constituyen uno de los principales candidatos a esta práctica, si bien son una minoría los que la precisan finalmente: entre un 5% y un 25% de los enfermos. La mayoría de estos casos (hasta el 75%) acaba en manos de los oncólogos, debido al escaso desarrollo de las unidades de cuidados paliativos hospitalarias. «Es recomendable que la decisión la tome un profesional que conozca al paciente y los pormenores de su enfermedad, así como sus circunstancias familiares y culturales, y que tenga constancia de sus sentimientos al respecto. No es algo que se pueda decidir en un minuto», subraya el coordinador del manual.

En los últimos momentos

        El volumen hace hincapié en los requisitos que garantizan la correcta aplicación de esta medida: que la severidad de los síntomas sea intolerable, que se hayan agotado todas las posibilidades terapéuticas para un adecuado control sintomático y se haya demostrado que éstas no funcionan, que la muerte esté próxima (2 o 3 días) y se haya obtenido el consentimiento del paciente o de su familia. La fase de agonía es, de acuerdo al citado documento, el momento en el que la sedación terminal es admisible. Ésta abarca los últimos dos o tres días en la vida del enfermo, aunque en ocasiones el periodo es más largo.

        Camps reconoce que actualmente está en revisión la definición de enfermo terminal. Hasta ahora, se entiende por tal a todo aquel cuya expectativa vital es inferior a los seis meses de vida. «Es demasiado poco restrictiva. Nos gusta más hablar de la fase final de la vida y de periodos más cortos».

        Diagnosticar la agonía no siempre es fácil, aunque hay una serie de síntomas que hacen prever la inminencia de la muerte: somnolencia y confusión, estertores (respiración ruidosa), inquietud y agitación, dolor, disnea (dificultad al respirar), cambio de color de la piel, pérdida de tono muscular...

        Uno de los aspectos a los que más atención presta el nuevo documento es la necesidad de comunicación constante entre el equipo médico, el paciente y su familia durante el proceso de agonía para reducir en lo posible la ansiedad.

        El manual dedica unas líneas a explicar qué se considera una 'buena muerte': «Morir sin dolor y sin otros síntomas mal controlados, que no se prolongue de manera artificial el proceso, morir acompañados por la familia y amigos [...], haber tenido la posibilidad de ser informados adecuadamente sobre la enfermedad participando en la toma de decisiones y elegir dónde se desea morir (domicilio u hospital), contando en cada caso con el apoyo sanitario adecuado».

 

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