--Esa es sólo su opinión.
--A ver. Somos libres para pensarlo. Somos libres para
hacerlo. Pero nos estamos arrogando un derecho que no tenemos. Ese derecho
sólo pertenece a Dios.
--¿Y si alguien no cree en Dios?
--Mire, yo soy cura. Y eso es así aunque usted
no se lo crea. Otro ejemplo. Tengo 44 anos. ¿Se lo cree usted?
--Si. ¿Y qué intenta demostrar con eso?
--Que las cosas son como son.
--Regresemos, si le parece, a Ramón Sampedro.
--Tuve noticia de él a través de un periodico.
Le escribí porque llevaba ya 25 años postrado en una cama,
y eso hizo que le admirara. También le escribí porque
yo estaba entonces en el tercer año y tenía una absoluta
inexperiencia. Me extrañó que después de tanto
tiempo quisiera rnatarse.
--Quizá se cansó de sufrir.
--Si, claro. Aquella carta se la mandé a través
de un periódico y no hubo respuesta. Sé que no la recibió.
Meses después otro periódico me hizo una entrevista y
le conté esto. El periodista me facilitó el teléfono
del señor Sampedro y, automáticamente, le llamé.
Le hablé de la carta que le había escrito y le prequnté
si quería que le enviara una copia. Me dijo que sí.
--¿Le contestó?
--Me escribió 20 cuartillas. Su argumento fundamental
era la pérdida de libertad. Volví a escribirle, pero él,
en su carta, ya me decía que, puesto que los dos teniamos muy
claro lo que queríamos, no tenía sentido que siguiéramos
escribiéndonos.
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