Reconocer la grandeza de la vida
Ayudar humana y científicamente en el dolor para
no caer en pasividad médica y familiar
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Soy tetrapléjico con una interrupción
medular completa a partir de la cuarta vétebra cervical, a consecuencia
de un accidente de tráfico que sufrí en 1991 cuando tenía
38 años. En absoluto estoy de acuerdo con los que no ven más
solución al dolor humano que acabar con la vida de quien lo padece.
Es, sin duda, difícil en la práctica ofrecer un remedio
aceptable a los que sufren, pero es un reto que pueden asumir los que,
reconociendo la grandeza de la vida humana, no aceptan como solución
matar: provocar deliberadamente la muerte del paciente. Esto es la eutanasia;
que, siendo, como todo crimen, abominable de suyo, tiene en cambio la
"ventaja" de ser una "solución" más fácil y económica
que las verdaderas soluciones.
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Mientras que la asistencia médica al incurable
es uno de los más importantes y nobles deberes profesionales
del médico, la eutanasia, por el contrario, apenas requiere ciencia;
más aún, podría ser una cómoda actitud por
falta de talento o de los debidos conocimientos, o por pasividad profesional.
Desde luego que la ciencia, por mucha que sea, en determinados
casos, no puede devolver la salud. Así como tampoco puede evitar
el dolor la sobreabundancia de medios materiales y humanos. Pero, aceptando
la muerte y el dolor como realidades ineludibles, sí que se puede
ayudar a vivir con dolor y a morir, aplicando en estas tareas toda la
ciencia y los medios materiales y humanos de que se pueda disponer,
aliviando. El enfermo terminal y el incurable son pacientes que requieren
tratamientos específicos. No deben considerarse como un fracaso
para la ciencia ni al margen de la atención sanitaria. Necesitan
alivio en su situación y hay ciencia para ello y peculiares atenciones
también por parte de sus familias.
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Centros multidisciplinares de medicina paliativa
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Aplicar la ciencia y los cuidados en estas situaciones,
no significa llegar al ensañamiento terapéutico. Nadie
está obligado a someter al enfermo a tratamientos inútiles
o desproporcionados, ni los pacientes tienen por qué soportarlos.
Son cada vez más los centros especializados en medicina paliativa,
donde se tratan enfermos, no tanto para curarlos, pues no se prevé
curación para ellos, cuanto para ayudarles en esa fase última
de su vida. Se reúnen en estos centros equipos multidisciplinares
de médicos, enfermeras, psicólogos, sacerdotes; para que
los pacientes puedan tener el apoyo científico, técnico,
humano; y el espiritual, si así lo desean.
Posiblemente, una de las principales tareas con los
que sufren, consista en hacerles descubrir el sentido de su situación.
Suele suceder que el dolor oscurece los valores e ideales de siempre.
De ahí que necesiten esas personas notar la proximidad de los
demás, que son valiosos también en esos momentos y objeto
del interés y el amor de los que les rodean.
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